miércoles, 14 de mayo de 2008

crónica bafici


Pensar por Una vez

Medianoche de Sábado. Este lugar por fuera no parece un cine, o mejor dicho el tipo de cine al que estamos acostumbrados (puertas amplias, luces por donde se mire y publicidades de bebidas y comidas). Este cine solo tiene un cartel de neón rojo que dice “Cine Cosmos”, al mejor estilo de los filmes oscuros norteamericanos.

Me dirijo a la puerta, paso por la boletería y mientras subo las escaleras hasta el primer piso veo en la cartelera la película que voy a ver “Once, ¿Cuantas veces encuentras al amor de tu vida?”. ¡Ya estoy en el cine! El clima es templado acá arriba. Hay una cafetería y algún que otro sillón en los rincones. Me llama la atención la organización, no hay carteles electrónicos que indiquen las salas ni los horarios de las películas. Es lo de menos, basta con preguntar en el mostrador que se encuentra justo delante mio. Al momento que me dirijo a consultar sobre la película “Once” (en español, una vez) escucho un grito desde la otra punta de la sala. “La sala del BAFICI es la número dos, la cola esta en la otra escalera” En el mostrador no hay nadie, solo un cartel pegado en el mostrador que dice “Sala 2 únicamente BAFICI” por lo que no dudo que esa es mi sala.

El Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente o BAFICI, es un festival de cine internacional que se realiza anualmente desde el año 1999, durante el mes de Abril donde se presentan más de 150 películas (nacionales y extranjeras). Este festival es organizado por iniciativa del Ministerio de Cultura del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Se trata de un evento que por su amplia trascendencia es reconocido internacionalmente.

Hay muchos jóvenes, casi la mitad con instrumentos musicales. En realidad solo veo los estuches, pero no es difícil distinguir cuando un estuche es de algún instrumento, como una guitarra. La fila que tengo que hacer empieza en la puerta de la sala, escondida al costado derecho de la confitería, baja por la escalera, atraviesa un pasillo y termina en la calle unos metros atrás de la entrada principal. La situación es graciosa y hasta cómica. Mientras hago la cola veo pasar y entrar al cine a los mismos que luego se ponen detrás de mi. Sus caras son de asombro y de risas cómplices. Es de esperarse, esta puerta lateral pasa desapercibida. Similar a la puerta trasera de los cines de los filmes norteamericanos.

La cola avanza y con ella todos, los que aparentan ser músicos y los que no. Como no sé de que se tratará la película, ya que preferí que un amigo me compre la entrada, empiezo a pensar que la película sobre alguna banda o biografía de algún rocker famoso. En tanto la cola avanza se empieza a escuchar entre el murmullo de la gente una voz gruesa “Entrada por favor, gracias, adelante” Cada vez la voz es más fuerte, cuando me doy cuanta de que es mi turno de entregar el ticket, lo entrego y avanzo hacía la sala.

La sala 2 sigue la temática de todo el cine, los espacios son pequeños y bien aprovechados. Predomina el color bordo, tanto en las cortinas como en la alfombre del piso. Me siento en el medio, en la quinta fila mientras los instrumentos con sus dueños empiezan a colmar la sala y en tres minutos esta se llena. Ya pasaron 20 minutos de las doce. Las luces se apagan y empieza la película, acá no entra ni una flauta más.

El film narra la historia de Glen Hansard (cantante de la banda The Frames) que interpreta a un cantante y compositor que trabaja en la tienda con su padre reparando electrodomésticos. En sus ratos libres se dedica a interpretar canciones en las calles de Dublin, Irlanda del Norte. De noche es cuando él aprovecha para exponer su repertorio, letras que usualmente refieren a la manera en que su novia lo dejó. Glen conoce a Marketa Irglova, quien interpreta a una inmigrante checa que vende flores en la misma peatonal en la que el interpreta su música. Se hacen amigos y al tiempo se dan cuenta de que ambos sufren por sus fracasos amorosos. Improvisando descubren que tienen bastante en común y juntos intentan grabar para entrar al mundo profesional de la música.

Nadie se mueve hasta que la película termina. Al momento de los créditos se prenden las luces. Muchos se miran, como no entendiendo el porque del final. Este no es de los más “lindos” y esperables. Quien iba a esperar que las cosas entre Marketa y Glen terminen de esa manera.

La película fue muy verosímil, sus personajes no eran prototipos de belleza, ellos eran músicos con sueños. En Once hay química, ternura, y deseo. Hay un algo que te hace mantenerte concentrado a la pantalla, que te hace pensar, te acelera la respiración y en algún momento hasta te roba una lagrima.

Al salir de la sala se respira un aire algo agradable, es como si el film nos hubiese cargado de energías positivas a todos con la justa mezcla de tristeza, sueños, solidaridad, realidad y amor. Todos nos vamos contentos, al menos así parece, algunos hablando entre si del final y otros en silencio, pero todos mostrando conformidad en el rostro.

Mi reloj marca la 1 pasada, camino a la parada del 24 no sé porque recuerdo el titulo de aquel afiche (“Once ¿Cuantas veces encuentras al amor de tu vida?”). En otro momento seguro que lo hubiese ignorado, me hubiese parecido demasiado cargado de palabras melosas, pero me quedo pensando... Pensando en que nada esta escrito, en que no todo esta perdido, en que quizás al llegar le robe un perdón.

Sobre la avenida Corrientes todo sigue igual. La gente sigue a las apuradas, los autos corren sus carreras y el ambiente que antes se respiraba es otro, o mejor dicho el de siempre.